La Peña El Quejío vivió ayer una de esas noches que quedan grabadas en la memoria de todos y todas las asistentes. El Recital de Fin de Curso de su escuela reunió a alumnos y público en una velada cargada de emoción, arte y mucho duende. El local se fue llenando hasta abarrotarse, dejando claro que la cita era esperada y querida.
Sobre el escenario se sucedieron actuaciones de las diferentes disciplinas impartidas en la escuela: jotas, guitarra flamenca, sevillanas, cante, baile y cajón flamenco. Cada alumno, cada alumna, brilló con luz propia en su actuación, disfrutando y haciendo disfrutar a un público entregado desde el primer compás.
El ambiente fue especialmente cálido, de esos que sólo se generan cuando el arte es compartido con generosidad. En uno de los momentos más aplaudidos de la noche, los alumnos de cante flamenco interpretaron Fandangos de Huelva que sirvieron de base para un cuadro de baile flamenco que desató la ovación del público. La colaboración entre las distintas disciplinas fue constante, reflejo del trabajo en equipo y el espíritu de comunidad que caracteriza a la Peña El Quejío.
“Fue una noche muy bonita”, comentaba una de las asistentes al finalizar el evento. Una afirmación que se repetía entre los presentes, tanto familiares como aficionados, emocionados por el cariño que se respiró en cada intervención.
El recital no solo puso el broche final al curso, sino que también reafirmó el papel de la Peña como espacio vivo de cultura, aprendizaje y tradición flamenca. Un año más, la escuela ha demostrado que el arte, cuando se enseña con pasión, florece en cada rincón y emociona a quien lo presencia.
Sin duda, una noche para recordar.
